Entradas

Excusas

Hace mucho tiempo que tenía planeado compartir este día contigo para ir sumando juntos días especiales en el calendario. Tomar como excusa el dentista para aprovechar la visita y darte la mano mientras andamos por el paseo de Gracia. Alegando que hay mucha gente y me da miedo perderte, aunque eso no sea más que una manera de ir siguiendo con las excusas. Pasear hacia la plaza de Cataluña en silencio mientras te miro, igual que hicimos el 14 de febrero aunque ahora con más luz para poder ver mejor como medio sonríes sin decir nada.  Hace mucho tiempo también que tenía el libro elegido que quería regalarte el día de hoy, pero hace mucho tiempo también que compartí contigo uno de mis capítulos preferidos de un libro que parece muy sencillo. El capítulo 21 dice que primero hay que sentarse primero lejos para ir acostumbrándote al otro, y así cada día poder sentarte más cerca. Lo cierto es que desde que apareciste siempre he querido sentarme a tu lado. Y también dice que cuando espera

Rompecabezas

Acurrucada en la esquina del sofá espero bajo la manta y la luz de la lámpara que llegue la hora de dormir. Hoy parece que será temprano a pesar de ser sábado.  Hoy no hay planes nocturnos. No saldremos a bailar, no saldremos a cenar a un sitio bonito, ni tampoco iremos al cine. La tele está encendida, procurando que me haga algo de compañía sin reparar siquiera en qué hay puesto. Solo necesito algo de ruido, algo que rellene el vacío del tiempo que suele tener la gente para compartir. Y pienso ¿qué estará haciendo la gente? Enciendo la pantalla del móvil y me pongo a revisar redes sociales. Todo el mundo tiene algo importante que enseñar, o un momento feliz que compartir. Me cruzo con la foto de una pareja que parece que es tan feliz que necesita pregonar cómo de perfecta es su vida hoy. Me asalta un recuerdo de nosotros, sentados en un bar. Un sábado cualquiera, consumiéndolo haciendo nada. Simplemente estando allí, sin más. Para después, sin que haya cambiado nada, no

Algodón

Tengo sueño. Y cómo soy una exagerada podría decir que tengo un sueño infinito. Pero no me duermo porque me siento algo incomoda. Los asientos son duros y te invitan a marcharte. Todo el tiempo. De hecho es lo primero que he pensado cuando nos han dicho “llevamos un retraso de dos horas”. “Vámonos a cenar”, ha pensado mi alma de gordita a pesar de no tener hambre. Pero es que hoy contigo yo estoy celebrando una fiesta y todo me parece maravilloso. Es la cosa más importante que tenía que hacer hoy. Desde que me he subido en tu coche, a oscuras y con las luces de la carretera, me siento más en casa que en ninguno de los sitios donde haya podido estar estos días. Hay un corazón relleno de algodón colgando de tu retrovisor y lo miro mucho mientras me vas explicando cómo te estás sintiendo y qué te está pasando. Me encantaría poder darte un abrazo, pero lo dejo para cuando lleguemos o cuando acabemos con lo que me parece la celebración de hoy. A pesar de los pesares, nos encontramos d

Todavía

Antes de irme me pediste que escribiese sobre ti.  Así, adrede, estas cosas no me salen. Ni estas ni ninguna. Todavía es muy pronto y acostumbro a responderte que no toca. Todavía.  Lo mismo que ponerme a escribir sobre ti, háblame te pido. Cuéntame cosas. No hay nada que me guste más que alguien decida compartirme lo que piensa o lo que vive. Que decida que formo parte de todo eso, de alguna manera. Pero todavía es muy pronto porque no está de más reservarnos algo, por ahora. Y cuando hablamos sigo insistiendo, cuéntame cosas. Te lo pido porque no voy a volver, todavía. Y necesito algo de ti. Lo que sea.  Porque no estoy ahí contigo, aún. Llueve y hay tormenta. No puedo dormir, llevo algunos días nerviosa y aunque no me entiendes me escuchas. Doy vueltas, intento no pensar en nada y sin querer vuelvo a pensar en lo que me da paz.  Nos imagino tumbados, habiéndote cedido el lugar en el que da la brisa y sin pedir permiso, acurrucarme en tu hombro. Y desde esta distancia

Descifrar

Qué desastre

Qué desastre cuando siento un vacío en el estómago. Cuando creo que ya no me importa nada y de repente cualquier detalle me abofetea el orgullo. Y entonces me doy cuenta de que no he borrado nada. Por muchos esfuerzos que yo haya hecho. Por mucho que haya tratado de darle instrucciones claras y precisas a mi cabeza de que hemos pasado página. Creo que en esos momentos es cuando pone el automático y asiente tranquilamente respondiendo " que sí, tía ". Le falta decirme " que ya lo sé ". Porque sé que lo que le continúa es " y voy a seguir haciendo lo que me dé la gana ". Tengo un corazón loco que no atiende, que sólo sigue sus propios impulsos y vive inocentemente tirando de mi sin ningún tipo de acuerdo. Y yo le sigo, y luego nos sentamos a llorar abrazados viendo como nos apalean una y otra vez. Porque nos va lo sado. Por si, como la lotería, nos toca algún día.

Bistro Fada

Mi padre siempre me ha dicho que de todas las cosas que he ido perdiendo por el camino con los años, de las pocas que he conservado es la credulidad. La capacidad de que cualquier cosa me sorprenda. Y es verdad. Me maravillo con cualquier cosa, es fácil impresionarme. No sé muy bien cómo cambiar eso. Todo me asombra. A todas las cosas les encuentro algo nuevo y peculiar. Aunque antes hubiera encontrado muchas otras parecidas. Siempre todo es diferente. En lugar de sufrirlo cómo anuncia mi padre, lo disfruto como una virtud. He aprendido a vivir con ello. A quererlo como si no tuviera parte negativa. A mirar el mundo con ojos de niña. A entusiasmarme con las cosas que la gente ya asume como normales. Y puedo hacerlo a pesar de que no sea el primer encuentro. Me distraigo con facilidad, me quedo embobada mirando las cosas con asombro desconectando del momento y de la realidad que vivo. En medio de la calle, sin pena ninguna. Casi siempre me siento animada a entrar en cualquier m